Resumen
Una vida que se rompe en frasco de cristales
Cuando murió Rubén Darío –1916– el mundo iberoamericano perdió el más glorioso de sus niños. En efecto, su vida estuvo llena de los temores ingenuos que rodean los días de la infancia. En su propia autobiografía nos dice cómo prevalecía en su alma el instinto del miedo. Y a veces nos hace pensar en ciertos personajes de Wilde2 acosados por temores de auténtico génesis femenino.3 Pero siendo niño de alma, de niño fue un hombre cabal. Y hasta él mismo nos narra en su prosa sencilla e inimitable su irresistible inclinación sexual, y sus infantiles aventuras tras de las puertas de la escuela primaria, “cuando era la existencia toda dulce y rosada”.
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