Resumen
Nunca he sido muy fanático del porvenir. Nunca he tenido demasiada fe en ese porvenir del que hablan los propagandistas de una ética del trabajo y de una vocación de sacrificio que hasta ahora sólo le ha rendido frutos a una poderosa minoría del planeta. Hay un porvenir malsano, hecho de subterfugios, chantajes y vanas ilusiones, conveniente a quienes son o se sienten poderosos, tejido con nuestros miedos como una mordaza que nos emboza. Hay un porvenir podrido que sólo existe en las proyecciones descaradamente optimistas de ciertos sujetos gerenciales a los que otros sujetos gerenciales de mayor rango tienen agarrados por el cuello, exigiéndoles cortés pero firmemente eficacia y resultados. No creo en el porvenir que vociferan esas cadáveres vivientes a los que llamamos Iglesia, Estado o Academia. Detesto el porvenir de acicalados mercachifles que repiten hasta la náusea que querer es poder, que el cielo es el límite y que hay que ser positivo. Un leve vistazo sobre eso que hemos convenido en llamar realidad basta para que uno descarte las perniciosas patrañas que diversas instancias de autoridad siguen promoviendo con el fin de mantenernos a la expectativa de una prodigiosa mejoría general que nunca se concreta. Ese hoyo negro al que se suele denominar crisis, de tantas formas aludido en las páginas de esta antología, es un producto acabado de algunas de nuestras esperanzas más atolondradas en el dichoso porvenir. El porvenir que rechazo, acaso, es el que se desprende de ese cruel optimismo (el concepto es de la profesora Lauren Berlant, de la Universidad de Chicago) que resulta altamente rentable para todo aquel que necesite mantener en alto el espíritu entusiasta del rebaño de sus subordinados. A ese porvenir de políticos, burócratas y predicadores opongo el modesto presente, menos incierto que las falacias que obsoletas instancias de autoridad nos siguen endilgando al tiempo que nos ordenan cortésmente que hagamos silencio y que no nos salgamos de la fila. A ese porvenir sin porvenir del que vengo hablando, opongo el fragmentado presente al que un libro como el que aquí nos convoca nos permite asomarnos.