Resumen
Si sus contemporáneos no acertaron a descifrar, a leer entre líneas el temario de las complejidades imbricadas en sus versos, acometamos nosotros la tarea de entender. Rosario Castellanos tuvo un recto proyecto poético-vital: la exploración de la otredad, de la voz de todas aquellas personas, que, por quedar excluidas del sistema patriarcal, han sido sistemáticamente acalladas en las manifestaciones literarias canónicas, sin tener siquiera la oportunidad de autodefinirse como sujetos de su propio discurso, siendo objetos de una instancia narrativa ajena, sin poder disfrutar de su propio espacio discursivo. Indagando por su propia voz, en un fluir de movimientos líricos que podríamos llamar centrífugo (porque desde la subjetividad poética el yo se vierte al mundo) y centrípeto (pues el mundo se interioriza en la subjetividad poética), descubrió el silencio de los otros. Ese silencio ancestral, oscuro y delirante se corporiza en infinitos nombres de mujer, en los ojos oscuros de millones de mujeres anónimas. Observó ese "segundo sexo", en sus relaciones con el mundo, y del primer y perdurable interés por lo femenino, no ya como esencia, sino como vivencia, resultaron ensayos, novelas, piezas teatrales y poemas.
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