Resumen
Hace unos cinco años recibí una grata encomienda del periódico argentino Página 12: armar un suplemento sobre literatura puertorriqueña. La labor me entusiasmó, y el suplemento "Primer plano", del 17 de enero de 1993, salió dedicado a nuestra literatura nacional. Al recibirlo, me sorprendió la información que añadieron los editores argentinos, y que venía impresa en un recuadro de la primera plana. Allí se decía lo siguiente: "Desde mediados de los 70, la pequeña isla del Caribe que nunca alcanzó la independencia está produciendo algunas de las obras más originales y renovadoras de América". Esta mirada argentina sobre nuestro país y su producción cultural me pareció muy curiosa. Al señalamiento innegable de la situación colonial que todavía vivimos, le sigue en ese recuadro otro tipo de aseveración atípica acerca del dinamismo y la vitalidad de nuestras letras. Acostumbrados como estamos a no figurar en los libros de historia latinoamericana que circulan por nuestros países hermanos, ese juicio y esa mirada no dejan de ser excepcionales. Poco a poco se va probando que la historia de la cultura latinoamericana no se podrá escribir excluyéndonos.
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