Pedro López Adorno, Concierto para desobedientes, Río Piedras: Plaza Mayor, 1996.

Resumen

Mi contacto con la obra poética de Pedro López Adorno se inició con su segundo libro de poemas titulado Las glorias de su ruina (Madrid. Playor, 1988), el cual reseñé en el periódico El Nuevo Día (domingo, 25 de febrero de 1990). En aquel comentario reconocí que Pedro López Adorno era "un poeta plenamente dotado que ha construido un libro de coherencia confiable". A partir de esa certeza, dediqué el grueso de mi comentario a ponderar la filiación barroca y simbolista de su poesía y las dificultades de lectura que la misma representaba para los lectores comunes. Hacía expresiones como esta:

Pedro López Adorno no levanta grandes construcciones verbales racionalmente sinuosas al modo de los poetas barrocos tradicionales. Su opción en otra, sus poemas parecen apenas levantados sobre ruinas verbales, sobre escombros sonoros que se resisten a comunicar de forma unívoca. Antes que a Góngora, evocan, por ejemplo, a Mallarme.