Resumen
Buscamos en el estudio de las formas religiosas africanas los remotos esquemas teogónicos de la religiosidad egipcia. Estas nociones de conjunto de dioses que se transmiten en la tradición oral (oralitura) desde el Alto Egipto a través de la Nubia negra colonia del imperio faraónico que cruzó el Sahara con sus caravanas y llega al Dahomey (actual Benín) como doctrinas secretas que se cuelan en el tráfico de esclavos hasta las Antillas como vudú, santería o sutilmente como formas musicales que invocan tales dioses. De hecho, estas formas religiosas rítmicas están diseñadas para inducir el trance que en el rito vudú es espectacular y dinámico mientras que en el rito yoruba es controlado y delicado. El trance sintetiza activando lo divino que hay en el ser humano y lo que de humano hay en lo divino. Ésta es una fórmula de la tradición universal que el cristianismo expresa como la encarnación de Dios como hombre en la persona de Jesucristo. Así que el trance es una manifestación ritualística de primer orden en este mundo religioso negroafricano. Esto demuestra que el cuerpo danzante no se concibe como material sino como espíritu. Así que la música y sus danzas codificaron toda una adoración altamente sutil que ha sido transmitida inconscientemente en los contemporáneos rumberos antillanos.