Resumen
La ciudad es, sin duda, una entidad paradójica. Por un lado, representa un fenómeno innegablemente universal, pero simultáneamente cada entorno geográfico-social le imprime a la ciudad un sinnúmero de características particulares. Por eso podría parecer reduccionista hablar de ciudades europeas, de ciudades africanas o de ciudades latinoamericanas. Evidentemente, lugares como África o Europa no constituyen entornos homogéneos, sino extensas, complejas y extremadamente heterogéneas bases sobre las que se desarrollan un alto número de experiencias sociales, políticas y económicas. En el caso de África, éstas pueden variar desde las más primitivas (grupos de recolectores y cazadores) hasta las más modernas (sofisticados centros urbanos, como Johannesburgo o El Cairo). En este sentido, como advertí, puede ser problemático hablar del concepto de ciudad africana. Ahora bien, que resulte problemático no significa que deba eludirse, sino todo lo contrario. Resulta un desafío que se puede y se debe asumir, si bien evitando, en la medida de lo posible, las generalizaciones y tratando de identificar cualquier inconsistencia.