Resumen
A veces en la tarde soñadora
te sueño en la romántica leyenda
de nuestro viejo amor, lánguida aurora
que, de soplos de olvido portadora,
cruza como un espectro por mi senda…
A veces en la tarde soñadora
te sueño en la romántica leyenda
de nuestro viejo amor, lánguida aurora
que, de soplos de olvido portadora,
cruza como un espectro por mi senda…
(Hatillo, 1892-Río Grande, 1922). José Polonio Hernández Hernández, mejor conocido como P. H. Hernández, poeta y músico –bombardino–, estudió inglés, francés, latín y griego (con el también poeta P. Juan Rivera Viera). Se inicia como poeta cuando asiste a las tertulias de Luis Lloréns Torres y Evaristo Ribera Chevremont. Fue en esos círculos que se comenzó a conocer como “Peache”, derivado de sus iniciales de Polonio Hernández: P. H. Estudió, además, farmacia y en 1912 obtiene su licencia de farmacéutico; pasa a ocupar un puesto en Corozal. Luego, es nombrado director escolar de música en su pueblo. Se casa con doña Carmen Sánchez y se muda a Río Grande, donde funge como cirujano menor regente de la farmacia municipal. Enfermo de tisis, muere muy joven. Su obra: Coplas de la vereda (1919), con prólogo de Luis Dalta (Pedro Sierra), folleto de 34 poemas; El último combate (1921), veintisiete poemas con prólogo del Padre Rivera, publicado por La Democracia; El páramo de los petreles, que llevaría prólogo del poeta español Francisco Villaespesa. Este se llevó a España la única copia mecanografiada de ese libro que existía. Nada volvió a saberse de él. Cantos de la sierra (1925), con un prólogo del poeta Carlos N. Carrera, fue una publicación de Puerto Rico Ilustrado, sin autorización de la viuda.1 Para Carreras, “Hernández ha sido el poeta más poeta de mi generación que ha dado Puerto Rico en los últimos diez años”2. La mayor parte de la obra de Peache se ha perdido; mucha continúa dispersa en periódicos y revistas. La Editorial Coquí, dirigida por Emilio M. Colón, dio en 1966 a la imprenta dos volúmenes de la obra de Peache: un primer tomo con los poemas ya publicados anteriormente, y un segundo volumen con papeles inéditos y fragmentos publicados en periódicos y revistas.3 Sin embargo, no se especifica el periódico o la revista donde se publicaron. No obstante, con un sólo poema, “A unos ojos astrales”, se granjeó la eterna inclusión en todas las antologías posibles de la poesía puertorriqueña. M.A.N.