La alcahueta en el Edén y otras leyendas: la Biblia romanceada de Rabí Moshe Arrangel
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Palabras clave

leyendas
Biblia romanceada
Rabí Moshe Arrangel

Cómo citar

Girón Negrón, L. M. . (2022). La alcahueta en el Edén y otras leyendas: la Biblia romanceada de Rabí Moshe Arrangel. Retorno. Revista Independiente De Literaturas Y Lengua hispánicas, 1(2), 15–36. Recuperado a partir de https://revistas.upr.edu/index.php/retorno/article/view/20257

Resumen

No hay una Biblia en español que tenga una impronta comparable en las letras hispánicas a la de la King James Bible en la literatura inglesa o a la que pregonaban Goethe y Heine para la Luther Bibel en la cultura alemana. Las Biblias romanceadas vistas en su conjunto representan, sin embargo, un capítulo medular en nuestra historia literaria. Se conservan numerosas traducciones de la Biblia en castellano antiguo –algunas íntegras, otras fragmentarias, tanto en prosa como en verso– de una diversidad comparable o mayor a las que se preservan en casi cualquier otro vernáculo europeo (inglés medio, francés antiguo, anglo-normando, medio alto alemán, eslavónico antiguo, etc.) a lo largo de la Edad Media.2 Apenas constituyen una fracción de las que debieran hacerse, sobrevivientes afortunadas de las hogueras inquisitoriales y los índices quinientistas que las tenían proscritas. Algunos de estos romanceamientos, como la bella traducción del siglo XIII inserta en la General Estoria de Alfonso X el Sabio, son –igual que la práctica totalidad de sus congéneres en Ultra-Pirineos o de las Biblias catalanas y portuguesas en suelo peninsular– traducciones hispano-cristianas al castellano de la Vulgata latina de San Jerónimo (la Biblia oficial por más de un milenio en la vida litúrgica de la Iglesia occidental). Pero la inmensa mayoría de estas Biblias hispánicas –por lo menos siete u ocho distintas atestiguadas en doce códices– se originan en traducciones castellanas no de la Vulgata sino de la Biblia hebrea. Son traducciones hechas por judíos directamente del hebreo y del arameo. Los manuscritos que las han preservado, casi todos del siglo XV, están transcritos en letra latina, preparados –o posiblemente adaptados– para beneficio de cristianos que estimaban la veritas hebraica, sobre todo nobles castellanos interesados en la Biblia que recurrían a los judíos para estos fines intelectuales. Hay numerosos mecenas cristianos que a lo largo del siglo XV patrocinan proyectos colaborativos con sabios judíos y conversos y engrosan sus bibliotecas ya sea con obras originales de campos especializados o con traducciones al castellano de clásicos hebreos. Pero aún siendo patrocinadas por aristócratas cristianos, las Biblias romanceadas del siglo XV hundían sus raíces en una tradición más antigua de carácter intrajudío. Todas en su conjunto –tanto cristianas como judías– vertebran, además, los primeros balbuceos de una prosa literaria en el vernáculo castellano, una prosa acrisolada a lo largo de tres siglos en el acervo frondoso de las traducciones tardomedievales.3

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