Resumen
Si un Manfredo pretende hablar o escribir sobre otro Manfredo, esto puede suceder, o por pura casualidad entre tocayos involuntarios, o como el colmo del narcicismo onomástico. En este caso, la verdad está en el medio entre estos extremos: el que escribe se ha interesado, desde su infancia, por el rey alemán-italiano Manfred(i) de Sicilia porque de su padre, un aficionado de la historia alemana, había oído historias sobre la muerte trágica de ese Manfredo, historias que, mucho más tarde, se confirmaron cuando conoció un poema sobre la legendaria tumba de este héroe; a éste lo prefirió como modelo, en vez de a su rival en cuestión - San Manfredo, italiano también, pero solamente un monje cuyo retrato ascético (en una de esas tarjetitas hagiográficas, metida por su madre en el misal) - no lo inspiró sino en los raros momentos que declaraba querer llegar a ser un ermitaño.
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