Resumen
Allá para el año 1792, cuando el Rey de España concedió al Marqués de Pontezuela un pedazo de terreno en la isla de Puerto Rico, el venerable noble español no consideró que le estaban haciendo un gran regalo. Los cartógrafos de la época describieron el predio como un vasto manglar al oeste de San Juan, infestado de mosquitos, cangrejos y demás especies que normalmente habitan las tierras pantanosas. Para los indios de la costa norte de Puerto Rico el área tampoco tenía muchos atractivos, salvo para hacer excursiones esporádicas de pesca o para cazar patos salvajes en las hoy llamadas lagunas Torrecillas y Piñones.