Cuaderno de Investigación en la Educación
Número 4 Mayo 1992


   

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La educación de adultos y los programas de educación contínua en las universidades

Dra. Isabel Ramos Rodríguez
Prof. Isabel Vázquez Rodríguez

Las universidades, en el cumplimiento de su misión, deben proveer a la sociedad las oportunidades para el logro de una preparación cultural y profesional óptima que capacite a los ciudadanos para enfrentarse con éxito ante las demandas que la sociedad misma les presenta. Esto, además de lograrse mediante el ofrecimiento de sus programas conducentes a grados, también puede lograrse por medio de sus programas de educación continua.

En gran medida el ser humano ha desarrollado conciencia de que los conocimientos y destrezas, adquiridos en un momento determinado, no serán suficientes para lidiar con los problemas que se le presenten en su diario vivir. Por consiguiente, la visión tradicional de la educación en la cual se concebía la vida en tres periodos: preparación, adiestramiento y acción ha dejado de ser pertinente (Lengrand en Titmus, 1989). La insatisfacción con esta visión tradicional ha propiciado el surgimiento de una alternativa para promover el aprendizaje durante todo el ciclo de vida.

La aceptación del principio de que la educación debe ser para toda la vida exige la identificación de medios que la faciliten. Uno de los medios más eficaces con que cuentan las universidades para ayudar a los ciudadanos a adquirir conocimientos y desarrollar las destrezas necesarias para ajustarse a los cambios que la vida les presenta, lo constituye la educación de adultos (Boone, Shearon, White y otros, 1980).

Los profesionales se han percatado de que para ser reconocidos en sus instituciones, para autorrealizarse tienen que demostrar su competencia en su área de especialización. No obstante, cada vez se les hace más difícil mantenerse actualizados. Por tal razón, los programas de educación continua cobran gran importancia para facilitar el crecimiento y desarrollo profesional y como consecuencia facilitar el iniciar y responder a los cambios.


Naturaleza y propósitos de la educación continua

La educación continua implica que el aprendiz adulto prosigue su educación más allá del punto en donde abandonó sus estudios formales, alcanzando el ideal de un aprendizaje continuo para toda la vida (Darkewald & Merriam, 1982).

Una de las áreas que más auge ha tomado es la educación continua dirigida a atender las necesidades de los profesionales. Algunas explicaciones para este auge pueden ser el interés de obtener un empleo nuevo, ascender en el empleo u obtener un empleo mejor. Otra explicación para el auge que ha cobrado la educación continua entre los profesionales lo constituye la rapidez con la que el conocimiento se torna obsoleto, la competencia en los escenarios de trabajo y el que las aspiraciones de los ciudadanos sean cada vez más altas. Por otro lado, el hecho de que la educación continua sea mandataria en varios escenarios de trabajo explica también el auge obtenido. Ejemplo de esto se observa en el Departamento de Educación de Puerto Rico. Según se establece en el tercer principio de la Ley Orgánica:

El Departamento de Educación tendrá la responsabilidad de establecer condiciones de trabajo para el maestro que mejoren la calidad de la enseñanza, que propicien una gestión flexible, autónoma, responsable, y que logren retener al mejor maestro en el salón de clases. A tales fines se identifica la prioridad de varias áreas, las cuales se atenderán continuamente: coordinación efectiva con la universidad, para lograr una óptima preparación de los profesionales de la docencia, tanto de enseñanza como administrativa y para crear, desarrollar e implantar proyectos innovadores y experimentales; mejoramiento del ambiente de trabajo proveyendo seguridad, planta física adecuada, y los materiales necesarios para la enseñanza efectiva; la elaboración de un plan de participación real del maestro en aquellos asuntos que afecten la gestión educativa; estructuración de un plan de selección adecuada, educación continua, mejoramiento profesional, retención en el Sistema e incentivos adicionales sustanciales que estimulen la superación profesional del maestro del salón de clases. (Estado Libre Asociado de Puerto Rico, Cámara de Representantes, 1990)

Como se desprende de lo anteriormente mencionado, es imperativo que las universidades fortalezcan sus programas de educación continua. De esta forma se asegurarían que le ofrecen a la ciudadanía un medio para actualizar sus conocimientos y desarrollar nuevas destrezas que le permitan no tan solo responder a la tecnología y a los cambios que a través de ésta se promueven, sino para iniciar nuevos cambios que propicien una mejor calidad de vida.


Fortalecimiento de los programas de educación continua de las universidades

El elemento que merece la mayor atención al fortalecer los programas de educación continua de las universidades lo constituyen sus participantes, en otras palabras, los aprendices adultos. De acuerdo con Brookfield (1988), el proceso de enseñanza aprendizaje de los adultos es sumamente complejo, multifacético y rechaza la categorización. Por tales razones, si se desea propiciar un ambiente dirigido a fomentar el proceso de enseñanza aprendizaje que responda a la naturaleza particular de los adultos que participan en estos programas, es necesario identificar la orientación educativa que éstos prefieren.

La orientación educativa puede servir de guía al facilitador para establecer el clima de trabajo, planificar, diagnosticar necesidades, establecer objetivos, diseñar planes de aprendizaje, seleccionar las actividades de aprendizaje y evaluar. Además, es necesario conocer otras variables que estén relacionadas con la preferencia por tipo de orientación. Davenport (1984), por ejemplo, encontró diferencias significativas por sexo en la preferencia por orientación educativa, siendo las féminas más andragógicas que los hombres. Identificándose la orientación educativa que prefieren los participantes se podrá responder mejor a sus características, necesidades e intereses y por consiguiente se facilitará el proceso de enseñanza aprendizaje.


Orientación educativa de los aprendices de la División de Educación Continua del Colegio Universitario de Cayey matriculados en cursos cortos

Con el propósito de identificar la orientación educativa de un grupo de estudiantes adultos se determinó llevar a cabo la investigación que se describe a continuación. A tales efectos, se seleccionó la población de estudiantes matriculados en cursos cortos en el Programa de Educación Continua del Recinto Universitario de Cayey durante el mes de abril en el segundo semestre del año académico 1990-91. Bajo la fase de Educación Continua se ofrece un programa de cursos de corta y larga duración a miembros de la comunidad y a estudiantes de la Institución que así lo interesen. Los requisitos mínimos que se exigen permiten la participación de grupos muy heterogéneos. Estos cursos se ofrecen durante todo el año con una duración promedio de diez semanas por sesión. La matrícula durante el semestre anteriormente señalado ascendió a 179 estudiantes, 117 del sexo femenino y 62 del masculino.

La muestra seleccionada al azar para llevar a cabo esta investigación consistió de 75 estudiantes de 16 años o más, que representó el 41.9% de la población. Los datos para el estudio se recopilaron por medio del "Cuestionario sobre las preferencias del estudiante en el proceso de enseñanza aprendizaje". El cuestionario consta de un total de 50 aseveraciones, 25 de estas enfocadas hacia la orientación andragógica y 25, a la orientación pedagógica. En él se provee una escala Likert de cinco puntos: completamente de acuerdo, de acuerdo, indeciso, en desacuerdo y completamente en desacuerdo. Dicho instrumento ya se había usado con una muestra de estudiantes de la Escuela de Administración Pública para lo cual se había traducido y validado su contenido. El cuestionario original, "Student Orientation Questionnaire" (S.O.Q.), fue desarrollado por Christian en el 1982 y tenía un índice de confiabilidad de .77. Luego de ser traducido y administrado, los resultados del cuestionario arrojaron un índice de .76 al someterse a pruebas de confiabilidad. Mediante este cuestionario se miden seis subdimensiones particulares: propósito de la educación, naturaleza de los aprendices, características de las experiencias de aprendizaje, evaluación y relaciones entre el educador y el aprendiz y entre los aprendices.

La administración de los cuestionarios se llevó a cabo en el mes de abril de 1991, con la colaboración de la Sra. Cándida R. Colón, directora del Programa de Educación Continua del Recinto Universitario de Cayey. Los datos recopilados se procesaron en el Centro Académico de Cómputos de la Facultad de Educación mediante el Programa SPSSX. Se utilizó fundamentalmente la estadística descriptiva para el análisis de los datos.


Procedimientos para el análisis

Con el propósito de identificar la orientación educativa de los participantes mediante el cuestionario que se administró, se le adjudicó un valor a las respuestas de las aseveraciones andragógicas que variaba desde uno (completamente en desacuerdo) hasta cinco (completamente de acuerdo). En el caso de las aseveraciones pedagógicas se invirtió el valor de las puntuaciones de la escala, otorgándosele el cinco a la respuesta completamente en desacuerdo. La puntuación máxima que se podía obtener era 250 y la mínima era 50 puntos.

En la selección de la puntuación específica que determina ría la ubicación de los participantes en la orientación educativa correspondiente se utilizó el mismo método que se había utilizado con la muestra de participantes de la Escuela de Administración Pública a la cual se hizo referencia anteriormente. Se escogió la puntuación de 150 como punto de corte, la cual constituye la puntuación máxima posible de las respuestas de indeciso. Los estudiantes que obtuvieron puntuaciones de 150 o más se clasificaron como más andragógicos y los que obtuvieron puntuaciones menores de 150 se consideraron como más pedagógicas.


Hallazgos

A los estudiantes que participaron en el estudio se les solicitaron los siguientes datos sociodemográficos: edad, sexo, años de experiencia y programa de estudio.

Se encontró una edad promedio de 27.9 con una moda de 23. Con respecto al género se encontró que siete de cada diez participantes pertenecían al sexo femenino. Cinco personas no informaron su género. El 46.7 de los participantes señaló que tenía experiencia de trabajo con un promedio de 8.3 años de experiencia. Poco más de la mitad (53.3) indicó que no tenía experiencia de trabajo. Por otro lado, el 62.7 informó que tenía un programa de estudio conducente a grado, ello irrespectivo de los cursos cortos. Un total de 20 estudiantes indicó que sus estudios no conducían a grado alguno y ocho no ofrecieron respuesta a esta pregunta. Estos hallazgos reflejan un grupo con características muy diversas, lo cual se espera en un programa que exige requisitos mínimos, como es el programa de cursos cortos. Al utilizar el método que se describió en la sección anterior de procedimientos se encontró que 54 participantes obtuvieron puntuaciones que superaban el valor de 150, por lo cual el 72% se clasificó como de orientación más andragógica que pedagógica. Los 21 estudiantes restantes, 28%, fueron clasificados como más pedagógicos. La distribución de las puntuaciones obtenidas fluctuó entre 127 hasta 185, según se observa en la Figura #1.

La puntuación modal fue 162, para un promedio de 155.7, una mediana de 156 y una desviación estándar de 11.27. No se encontró diferencia significativa en la orientación educativa por sexo ni tampoco por edad agrupada.

Mediante los resultados presentados se demuestra que la orientación de los estudiantes de cursos cortos de la División de Educación Continua y Extensión tiene una tendencia a ser más andragógica que pedagógica. Sin embargo, al comparar los promedios obtenidos por la muestra de estudiantes de Administración Pública y los de la muestra de estudiantes de Educación Continua se observó una diferencia significativa entre la orientación educativa y el tipo de clasificación al nivel .05. Los estudiantes de la Escuela de Administración Pública parecen ser más andragógicos de acuerdo con el método utilizado para clasificar la orientación educativa. Tal vez, la propia heterogeneidad de los estudiantes de cursos cortos pueden explicar esta diferencia.

Figura #1

Puntuaciones Obtenidas por los Estudiantes Matriculados en el Programa de Educación Continua del Recinto Universitario de Cayey en el Cuestionario Sobre las Preferencias en el Proceso de Enseñanza Aprendizaje

Discusión

Los resultados de esta investigación son bastante parecidos a los resultados de la investigación llevada a cabo con la muestra de estudiantes de la Escuela de Administración Pública, a pesar de que estos últimos parecen ser más andragógicos que los estudiantes de Cayey. Contrario al estudio de Davenport (1984) no se encontró diferencia significativa entre el sexo y la orientación educativa para ninguna de las muestras.

Los resultados de este estudio abonan a la consideración de la tesis de Brookfield (1988) de que el proceso de enseñanza aprendizaje del estudiante adulto es uno complejo, multifacético, que rechaza la categorización. Existen múltiples variables que deben investigarse para establecer una relación más concreta con las preferencias por estilos de aprendizaje por parte de los estudiantes. Sin embargo, estos resultados deben darse a conocer entre los profesores que trabajan con clientela adulta de manera que éstos se motiven a explorar nuevos métodos y estrategias que les permitan ofrecer una enseñanza más efectiva a esta población. Sin duda alguna, la identificación de la orientación educativa puede ser una forma de promover el acercamiento entre facilitadores y aprendices de manera tal que el producto que se persigue sea más satisfactorio para ambas partes. Es importante reconocer los diferentes intereses, necesidades y metas del aprendiz para que éstos no estén contrapuestos a los del facilitador. Los maestros tendrán que determinar cuál es el estilo de enseñanza apropiado bajo la orientación andragógica, en consideración a las características de sus aprendices (Bader, 1985).

Los resultados también apelan al alertamiento de la administración en términos de los principios y prácticas de la educación de adultos. Los estudios llevados a cabo por Moore (1988) demostraron que en Estados Unidos las universidades implantan algunas de las ideas o principios de la andragogía, pero no porque la planifiquen, sino mas bien accidentalmente. Se recomienda que se incluyan adiestramientos sobre educación de adultos en los programas de desarrollo profesional de las facultades de los cuales también se beneficien los administradores.

El futuro de las universidades en gran medida depende de cuán efectivamente pueden éstas responder a las necesidades cambiantes de los estudiantes y de la sociedad en general (Cole, 1982). Los métodos de instrucción también son impactados por el cambio y deben ser sometidos a evaluación y reconsideración continua para que respondan a los tiempos y circunstancias del momento.


Referencias

Beder, H. (1985). The relationship of knowledge sought to appropriate teacher behavior in adult education. EJ 320690.

Boone, E. J. (1980). Serving personal and community needs through adult education. San Francisco: Jossey Bass.

Brookfield, S. S. (1988). Understanding and facilitating adult learning. School Library Quarterly, 16 (2), 99 105.

Cole, Charles (1982). Improving instruction: Issues and alternatives for higher education. Higher Education Research, Report No. 4. ERIC. American Association for Higher Education.

Davenport, J. (1984). Andragogical-pedagogical orientation and its relationship to selected variables among university students. ED 254498.

Estado Libre Asociado de Puerto Rico, Cámara de Representantes, Capitolio (1990). Ley Núm. 68: Ley Orgánica del Departamento de Educación, aprobada el 28 de agosto de 1990. San Juan: Departamento de Estado.

Moore, J. (1988). Principles of andragogy in collegiate faculty development. ED. 301095.

Titmus, C. J. (1989). Lifelong education for adults: An international handbook. New York: Pergamon Press.
 

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