Cuaderno de Investigación en la Educación
Número 18, Diciembre 2002


   

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El análisis de costos en la educación como estrategia de evaluación institucional
José Moscoso Álvarez
Catedrático Auxiliar
Universidad Central del Caribe, Puerto Rico
 

“El desempeño es la prueba última de cualquier institución”

(Peter Drucker, 1993)

Introducción

Existe un consenso entre las instituciones de educación superior sobre cómo enfrentarse a sus costos. Simplemente, las instituciones gastan lo que reciben de sus diferentes fuentes de ingreso en una combinación proporcional de gastos dedicados a la instrucción, a la investigación, a los servicios institucionales y a la administración, según sean sus prioridades. La eficiencia y el control de los costos, aunque aspectos muy propagados en la industria y el comercio, no son atributos de las instituciones educativas, las cuales son principalmente organizaciones dependientes de un presupuesto. Este tipo de institución es medida esencialmente por el valor de su presupuesto y el tamaño de su empleomanía (Drucker, 1993).

La mayoría de las instituciones educativas no cuentan con un modelo de análisis de costos que le permitan evaluar su costo eficiencia como compararse con programas parecidos en otras instituciones similares. En la mayoría de las instituciones de educación superior, el análisis de los costos no se hace o se hace de una manera tan minuciosa que se pierde la capacidad de ayudar en la toma de decisio nes efectivas. McKeown (2000) señala que las instituciones de educación superior “miden con un micrómetro, marcan con tiza y realizan cortes con un hacha” para indicar el desfase que existe entre la recopilación de información y la toma de decisiones administrativas.

El problema del análisis presupuestario de las instituciones de educación superior puede ser resumido como uno de tensión entre la demanda por un proceso claro de contabilidad y lo complicado que es estimar el costo real y objetivo de la educación basado en la realidad fiscal de las instituciones. Este problema tiene unas ramificaciones de medición, de audiencia y de cultura. En términos de medición, el análisis de los costos se complica por la triple naturaleza de las instituciones de educación superior, la educación, la investigación y el servicio. De audiencia, porque son instituciones mayormente privadas, tratan de mantener (por razones que no vienen al caso en este momento) la confidencialidad de sus libros frente a propios y extraños. Cult ural, por el concepto de que las instituciones de educación superior siempre tratan de mantenerse por encima de los problemas de la gente común para mantener su condición sine qua non de liderato en la comunidad y de fuente de conocimiento y servicios.

Las instituciones evalúan sus finanzas con la intención de poder contestar una serie de preguntas que le permitan dirigir sus operaciones, entre éstas se encuentran las siguientes:

¿Cuánto cuesta educar a un estudiante?
¿Cuánto cuesta ofrecer otros servicios?
¿Cuánto cuesta ofrecer un curso en cada una de las disciplinas incluidas en el catálogo?
¿Es más costosa la educación a nivel sub-graduado que a nivel graduado? ¿debe costar más o por qué cuesta más?
¿Por qué están aumentando tan rápidamente los costos de la educación?
¿Se puede ofrecer el mismo nivel de servicio con un costo menor?
¿Deben recibir aumentos en sus salarios la facultad y el personal?
¿Se deben invertir más fondos en estructura, en tecnología o en servicios a la comunidad institucional?

Cuando el análisis resultante de las preguntas anteriores no es e1 adecuado, los constituyentes de las instituciones se resienten. Los estudiantes se enfrentan a aumentos en los costos de matrícula, a la poca disponibilidad de cursos que necesitan y que los interesan, a un aumento en el número de estudiantes por clase y que estos sean enseñados por miembros de facultad a tiempo parcial o por asistentes de cátedra.

Una vez los estudiantes se gradúan, los patronos se quejan de la pobre preparación del acervo de candidatos disponibles para ser reclutados, y de la pobre respuesta de las instituciones a sus necesidades específicas e inmediatas de adiestramiento para sus empleados.

Los gobiernos locales se preguntan por qué la baja en las tasas de retenció n y de graduaciones, dirigiendo su mirada a la productividad y efectividad de la institución. El gobierno federal está preocupado por el efecto de los aumentos en la carga económica impuesta a los estudiantes por las instituciones a los grupos minoritarios y a los grupos desaventajados. Cuando todos los sectores están de acuerdo en que existe un descontrol en los precios, la atención se centra en el productor de los servicios, en este caso, las instituciones de educación superior (Jones, 2000).

En el presente artículo pretendemos analizar el concepto de costo de la educación, las implicaciones de estos costos sobre las operaciones de las instituciones de educación superior y alternativas para la evaluación de una institución basada en el análisis de costos. Para este último aspecto se utilizará el modelo de la Asociación Nacional de Oficiales Financieros de Colegios y Universidades (NACUBO por sus siglas en inglés). Esperamos con este esfuerzo lograr una base de conocimientos que lleve a las instituciones a ver el análisis de costo como una estrategia para facilitar el logro de sus objetivos y el cumplir con su misión.


Definición de costos de la educación

Mientras las comunidades están cuestionándose ¿cuánto cuesta la educación superior?, las organizaciones gubernamentales se preguntan si las instituciones académicas están utilizando su presupuesto de la forma más adecuada según su misión y sus objetivos. Para poder contestar estas preguntas debemos primero definir cuánto “cuesta” la educación. Como todo, esta definición depende de la perspectiva de quien hace el análisis. Los padres de los estudiantes o las personas que pagan los gastos de la educación del estudiante alegan que el costo de la educación es la cantidad que ellos pagan por obtener una educación, la cual creen que no siempre es de calidad, y lo relacionan con el costo de matrícula, hospedaje y libros. Los administradores académicos señalan que el costo de la educación es la inversión que realiza la institución para ofrecer una preparación de calidad a los estudiantes y que el mismo es mucho mayor al costo de la matrícula.

Las instituciones de educación superior elevan sus estados financieros regidos por fórmulas limitantes o por “fondos”. Este sistema coloca los ingresos, gastos, transferencias, haberes, deberes y balances de cada renglón en un mismo fondo autobalanceable según las disposiciones de los organismos que provean el fondo. Ejemplos de estos fondos son: fondos operacionales; fondos de becas; fondos de donaciones; fondos de investigació n (divididos por proyecto); fondos de inversiones, etc. Luego las instituciones combinan cada uno de los fondos individuales en un fondo general o institucional, que recoge los recursos económicos con los que cuenta la institución para poder llevar a cabo su misión primaria (educación, servicio e investigación) (McKeown, 2000).

Las instituciones educativas típicamente reciben ingresos de cinco fuentes principales: de los estudiantes (matrículas y otros cargos), del gobierno federal, del estado y de los gobiernos municipales (en la forma de becas, subsidios, propuestas de investigación y contratos por servicios (de individuos y empresas) fondos dotales, becas especiales; (propuestas de investigación y contratos por servicios). Algunas otras instituciones generan ingresos mediante la venta de servicios, de ganancias provenientes de la administración de negocios o empresas relacionadas a la educación o de inversiones de capital. El uso de estos fondos puede estar o no restringidos por la organización o agencia que los aporta (fondos de becas, para proyectos específicos, para desarrollo de estructuras, etc.). Los fondos que no están restringidos pueden ser utilizados a discreción por la organización sin limitaciones o estipulaciones por las agencias externas o por los donantes (Font, 2001). En el aspecto de egresos, todas las instituciones de educación superior gastan recursos en adquirir bienes y servicios con los cuales poder operar y ofrecer sus servicios tal como lo hace cualquier miembro de la sociedad. El costo de adquirir todos estos bienes y servicios se considera el costo de operación y mantenimiento de la institución. Este costo puede ser presentado por la institución como costo por estudiante, costo por miembro de la Facultad, costo por pie cuadrado de espacio físico o cualquier otra unidad parecida.

En la mayoría de los casos, los estados financieros de las instituciones están orientados a identificar los costos directos de la educación y no los costos indirectos o el costo total de la educación. Los costos directos son aquellos incurridos por la institución para el ofrecimiento de un servicio, típicamente los gastos en facultad y la disponibilidad del espacio físico. A éstos también se añaden los costos incurridos en los servicios de apoyo académico tales como bibliotecas, centros de cómputos y los servicios de apoyo a los estudiantes. Los costos indirectos han sido identificados como aquellos relacionados con la operación y mantenimiento de las estructuras físicas, las oficinas administrativas y de desarrollo institucional y el ofrecimiento de servicios no relacionados a la educación. La combinación de los costos directos y los indirectos forman los costos totales.

Los aumentos en los salarios de los profesores y del personal no docente, de los servicios básicos, de la infraestructura, tecnología y los costos de operación impactan el presupuesto de las instituciones. Las instituciones privadas responden a este aumento en sus costos simplemente aumentando sus matrículas cuando el presupuesto no alcanza para cubrir sus gastos (Font, 2001).

A manera de ejemplo, uno de los aspectos que más ha afectado el análisis de los costos de la educación es el costo de la implantación de sistemas electrónicos o computadorizados. La tecnología de computadoras ha traído un cambio rápido y profundo en la educación superior, igual que ha hecho en todos los aspectos de la sociedad. Las instituciones de educación superior se han dedicado a alcanzar el máximo de desarrollo tecnológico disponible lo que ha significado un desfase de los ingresos en contraposición con los gastos en estos sistemas. Aunque todos los administradores y educadores plantean la necesidad imperiosa de esta tecnología, la mayoría de los oficiales de las instituciones conocen cuánto cuesta montar el sistema, pero pocos tienen una idea de cuánto cuesta mantener este sistema. En estudios recientes entre oficiales financieros de diversas universidades (IHEP, 2001), se han identificado una serie de situaciones relacionadas con el tema de la implantación de sistemas tecnológicos:

  • La tecnología es esencial para el éxito de las instituciones, ya sea para: desarrollar programas nuevos en línea; aumentar los servicios y el apoyo a los estudiantes; apoyar el trabajo de los administradores y los investigadores y desarrollar programas efectivos de supervisión de facultad y personal no docente.

  • Se ha creado una nueva brecha tecnológica (digital) ente las instituciones grandes y las pequeñas: a un lado las instituciones que tienen mucha tecnología y al otro lado las instituciones que tienen poca tecnología. Por causa de la implantación de los modelos tecnológicos, la planificación y el presupuesto se han visto complicados por varios factores, entre ellos:

  • Los modelos anteriores de calcular costos operacionales ya no son efectivos

  • No existe un lenguaje común entre los oficiales financieros de las instituciones que les permita intercambiar información para mantenerse a flote ante los cambios constantes y continuos de la tecnología

  • Las instituciones que reciben ayudas económicas no han logrado estandarizar la forma en que informan o evalúan los costos indirectos relacionados con estos sistemas.

En resumen la implantación de programas y sistemas tecnológicos ha significado un desbalance presupuestario para muchas ins tituciones. Al principio de la implantación de estos sistemas, la mayoría de las instituciones recibió apoyo del gobierno federal o de organizaciones no- gubernamentales para subvencionar la adquisición de los equipos y los programados. Al completarse esta fase, las instituciones debían poder mantener y operar los sistemas por al menos el tiempo de la vida útil de los equipos. La mayoría de las instituciones no presupuestó para ésto ni para la substitución de estos equipos y ahora están pagando las consecuencias de esta falta de visión. Como en otras ocasiones, estas instituciones se han visto obligadas a cobrar a los estudiantes un cargo por el uso y acceso a la tecnología disponible (Font, 2001).


Antecedentes al análisis de costos

“El aumento en las matrículas ha llegado a un punto de resistencia —sino a un tope- que limita a las instituciones de educación superior el pasar a los estudiantes nuevos aumentos en los costos, . . . las ayudas económicas han pasado de becas a préstamos que el estudiante debe rembolsar... las presiones para la reducción de costos ha llevado a las agencias gubernamentales a aumentar el escrutinio sobre la administración de las instituciones tanto como a reexaminar el valor de la educación superior” (Shafer y Coate, 1992).

En los Estados Unidos, las instituciones públicas de educación superior invirtieron en 1998-99 sobre $120 billones en la educación de sus estudiantes (IHER,8 - 2001). En una sociedad consumista dirigida a alcanzar objetivos económicos cada vez más altos, la educación se visualiza como el medio para alcanzar el éxito. Esta percepción de éxito se logra cuando un recién graduado entra al mercado de empleo; cuando un oficial de gobierno reconoce la relación entre los logros académicos, la competencia económica y la calidad de vida, y cuando un patrono reconoce que el éxito de su empresa está supeditado a los conocimientos y destrezas de sus empleados (McKeown, 2000).

La lista de retos a los que se enfrentaron las instituciones de educación superior creció exponencialmente en los últimos veinte años. Según Shafer y Coate (1992), las instituciones se enfrentaron a una pobre percepción pública, a déficit presupuestarios severos, a crecientes demandas y a un pesimismo creciente en la industria. Los costos en espiral ascendente, los recortes en ayudas económicas, y una recesión económica a nivel nacional han tenido su efecto erosionando los presupuestos estatales e institucionales, lo que a su vez se ve reflejado en una reducción en el presupuesto de las instituciones de educación superior y esto, a su vez, en una amenaza a la calidad de los servicios ofrecidos por éstas. Ante estas presiones externas, las instituciones de educación superior recibieron la encomienda de revisar sus ofrecimientos académicos y sus procedimientosadministrativos para mantenerse competitivos.

La evaluación de los costos de la educación superior es un proceso verdaderamente complejo debido a que estas tienen múltiples funciones o servicios interrelacionados con la educación, tales como la investigación y los servicios no académicos, y debido también a las múltiples fuentes de financiamiento de la educación superior. A más amplia sea la misión de la institución, mayor será el ámbito de sus constituyentes (estudiantes, padres, empleados, gobiernos locales o nacionales, comunidades y clientes de servicios no-académicos) y más amplio su campo de acción, sus necesidades y las expectativas de los constituyentes sobre la institución de educación superior (Véase Tabla 1).

Cualquier cosa que signifique limitar el acceso a la educación es causa de preocupación y de atención por parte de la comunidad. Por esto, el costo de la educación y el precio que se debe pagar para alcanzar estas metas académicas atrajo la atención de las administraciones gubernamentales. Una de las manifestaciones de esta preocupación fue la creación por el Congreso de los Estados Unidos de una Comisión para el estudio de los costos de la educación superior (National Commission on the Cost of Higher Education; NCCHE) (Jones, 2000). En su informe final al Congreso en 1998, la comisión trajo a la luz las siguientes preocupaciones:

  • Existe una preocupación real en las comunidades por el aumento en los costos de la educación.

  • Existe una confusión generalizada en las comunidades sobre lo que son los costos y lo que es el precio de la educación, siendo estos, dos elementos separados y distinguibles.

  • Las finanzas de las instituciones de educación superior son opacas aún para las personas en la academia.

  • Casi ninguna actividad académica genera ingresos suficientes para mantenerse por sí misma por lo que se requiere que se le subsidie de alguna forma.

  • Los costos de la educación superior están definidos por las personas que ofrecen estos servicios (Facultad) y por la forma en que estas personas invierten o distribuyen su tiempo.

  • El público y las autoridades están preocupadas por la forma en que las instituciones de educación superior establecen sus prioridades.

La Comisión hizo una serie de recomendaciones al Congreso para requerir de las instituciones el fortalecimiento de los procesos de análisis de sus presupuestos mediante una forma más consistente y precisa de evaluar sus costos. Además, la Comisión planteó que, mientras las instituciones no realicen cambios significativos en la forma en que han mirado sus costos hasta ahora, el análisis de estos será un obstáculo insalvable en el camino para alcanzar el logro de la administración juiciosa del presupuesto (Jones, 2000). Las agendas de financiamiento educativo, siguiendo directrices del Departamento de Educación Federal, han establecido una serie de criterios de desempeño para la adjudicación de los limitados fondos existentes a las instituciones de educación superior. La información sobre los costos relativos de la institución y la intención del uso de los subsidios son ahora elementos a tomar en consideración para la determinación por parte de las agencias de subsidiar a la institución, a los programas o a los estudiantes. Una de las estrategias que han utilizado las agencias administradoras es la reevaluación de los requisitos de informes financieros y de costos para adecuarla a los tiempos, evitar redundancia y maximizar el uso de la información recopilada (McKoown, 2000).

Todas las instituciones que reciben fondos federales para becas y asistencia económica deben completar un instrumento conocido como el Integrated Postsecondary Education Data Survey (IPEDS). En adición a la información económica solicitada en el instrumento, las instituciones deben incluir datos sobre: las facilidades físicas existentes; el número, tipo y nivel de los estudiantes; el número de graduados y el número de estudiantes que abandonaron sus estudios; información sobre el tamaño y servicios bibliotecarios; el número de miembros de facultad, el número de personal no-docente y un perfil de los salarios pagados. Las agencias federales y estatales utilizan esta información para la adjudicación de apropiaciones, becas, fondos de propuestas y para el análisis de los gastos en la educación del producto nacional bruto. El completar y someter anualmente este instrumento es un requisito para recibir dichos fondos. Esta información está disponible en la página NCES (www.nces.od.gov).

Aún cuando la información ofrecida por las instituciones a las agendas gubernamentales está actualizada y validada, la misma no puede utilizarse para llevar a cabo comparaciones entre programas de la misma institución ni entre programas parecidos en diferentes instituciones por el aspecto puramente financiero de las mismas. La recolección de información para el análisis del costo de la educación es una empresa inmensa que requiere de una planificación adecuada y la definición clara y precisa de los términos que la acompañan para que tenga un valor comparativo y los mismos sean validos. Pero, aún cuando los términos y la información sobre costos estuvieran bien definidos y claros, la información obtenida por las instituciones no es de valor si la misma no le permite a los cuerpos rectores o administrativos de la institución tomar decisiones efectivas a corto y largo plazo.

Un análisis como el aquí planteado requiere de mucho tiempo, esfuerzo y de mucha información para completarse. Debido a que el costo de la facultad corresponde al 85 a 90% de los costos directos de la educación, todos los aspectos que influyen en este renglón deben ser tomados en cuenta (Middaugh, 2000). Un análisis detallado del costo de la educación requiere que la facultad someta informes detallados sobre su carga de trabajo y su responsabilidad académica. Entre ellos se encuentran:

  • Carga académica de la facultad: el tiempo que cada miembro de la Facultad estará en contacto con los estudiantes. Esta carga varía cuando el facultativo tiene responsabilidades administrativas o de investigación.

  • Proporción de cursos sub-graduados enseñados por facultad con permanencia o sin permanencia; el número de horas ofrecidas por personal nodocente, ¿quién está enseñando qué, a quién, a qué costo?

  • Distribución de tiempo para otras funciones y actividades: el tiempo que cada persona empleada en la institución dedicará a cada una de las actividades que le son asignadas.

  • Productividad de la Facultad: este punto es un poco álgido, pero se refiere al número de cursos/horas/contacto/créditos asignados a la facultad a tiempo completo o equivalente. Esta información ayuda a clasificar los costos por disciplina y por niveles.

  • Distribución y tamaño de los grupos/clases: Este dato es importante para evaluar la calidad de la enseñanza dependiendo a su vez del tipo de la disciplina y del nivel del curso mismo. Los grupos grandes pueden ser costo-efectivos en términos administrativos pero poco efectivos para el estudiante en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

  • Otras consideraciones: incluye costos de las facilidades y costos de los equipos y la tecnología.

  • Una vez establecido los criterios de evaluación de costos se deben desarrollar instrumentos que produzcan los cómputos para determinar la relación entre tiempo lectivo y costo.

En las áreas no-académicas las instituciones deben poder recoger información de las siguientes categorías:

  • Número y salario del personal en áreas no docentes.

  • Número de libros o revistas profesionales comprados y el costo de adquisición.

  • Costo de equipo por área.

  • Costo de la tecnología y el número de computadoras disponibles.

  • Costo de mantenimiento de las cuentas y de los servicios de auditorías.

  • Número de metros cuadrados de edificio a mantener.

  • Materiales de construcción de los edificios.

  • Número de metros cuadrados de terreno a mantener.

  • Número y monto de las propuestas de investigación recibidas, costo de los servicios básicos (agua, luz y teléfono), costos de acreditación y permisología.

Sin la base de información adecuada un análisis de los costos nunca será efectivo para la toma de decisiones. Lo ideal sería que la información recopilada fuera utilizada para la revisión de programas académicos, para la distribución de fondos por programas, para el proceso de determinación de aumentos en la matrícula y en los salarios de la facultad y el personal no docente. Sería mucho más efectivo si el producto de este análisis pasará por el crisol de la evaluación de pares, esto es, aquélla donde educadores de instituciones parecidas evalúan la ejecución de una institución educativa. Es importante que las instituciones puedan comparar su situación con otras instituciones o programas parecidos en ambientes similares para poder establecer un punto de comparación entre ellos.


Análisis comparativo mediante estándares

El análisis de los costos de una institución tiene sus limitaciones. La primera y más importante es la relación entre los costos en dólares y la calidad de los servicios que se ofrecen. La premisa de que el valor económico nunca ha sido un elemento de juicio para comparar la calidad de los productos en el mercado se aplica igualmente a la educación.

Según el informe de la Comisión Nacional sobre Costos de la Educación Superior (NCHEC) las instituciones pueden ayudar al control de los costos de la educación a través de mejores sistemas de análisis de los costos y mediante el establecimiento de metas y puntos de referencia nacionales (benchmarks) (Morley, 1998). Cuando las medidas de progreso son establecidas por entidades externas al proceso, el sistema de educación superior tiende a reaccionar de forma activa.

Los programas de las diferentes agencias acreditadoras de instituciones o programas académicos post-secundarias, son una forma de que las instituciones de educación superior puedan compararse contra unas medidas o estándares establecidos por sus pares. La mayoría de los programas de acreditación establecen unos parametros óptimos de operación (estándares) por los cuales las instituciones o los programas se dejan llevar. Sin entrar en comparaciones directas con otras instituciones, cuando una institución cumple con los estándares y requisitos establecidos por la agencia acreditadora, se está comparando indirectamente con instituciones parecidas que están sujetas a los mismos procesos. Los administradores pueden identificar las áreas que necesitan mejorar y aprender de aquellas instituciones que han tenido éxito en dichas áreas y por consiguiente pueden intentar cerrar la brecha entre ellas mediante el compartir y adaptación de las mejores medidas de control.

Para poder hacer una comparación entre instituciones es importante tomar en consideración los siguientes elementos:

  • la existencia de programas académicos diversos

  • el papel que juega la administración en los sistemas de admisión, auditorías, aspectos legales, y otros servicios

  • la existencia de programas de asistencia económica disponible para los estudiantes

  • la existencia de unidades especiales de servicio

  • la definición de estudiante a tiempo completo

  • la definición de horas/contacto/crédito

  • los beneficios marginales ofrecidos al personal

  • diferencias en la periodicidad de los informes

  • diferencias en la persona que ofrece la información

Si recordamos que el 85 a 90% de los costos de las instituciones de educación superior corresponde a salarios, cualquier análisis de costos que se haga debe enfocar en el aspecto de la supervisión. Las evaluaciones proactivas realizadas mediante este modelo pueden resultar efectivas en el manejo de los retos, presiones y situaciones internas que afectan una institución. La especificidad de la evaluación del sistema de NACUBO es tan alta, que la información que se obtiene sirve para revisar, identificar y atender problemas específicos de personal docente y no-docente. Como resultado de una evaluación de este tipo, las instituciones pueden desarrollar un programa de supervisión y evaluación efectiva y justa del personal. Los resultados de las evaluaciones con criterios medibles, permiten:

  • desarrollar metas enfocadas en la misión y objetivos que estén dirigidas a la satisfacción de los clientes y a la calidad de los servicios

  • revisar las funciones y descripción de tareas del personal

  • desarrollar metas de ejecución para cada empleado relacionado con las metas de cada departamento

  • identificar necesidades de adiestramiento y los recursos necesarios para acometerlas

  • establecer criterios de evaluación mensurables de la ejecución del empleado y del departamento, según la misión de la institución

  • permitir a los empleados evaluar su ejecutoria a la luz de los criterios establecidos de una manera continua

  • desarrollar planes de desarrollo personal y profesional de acuerdo a las prioridades del personal y la misión de la institución.

En los Estados Unidos, la mayoría de las instituciones de educación secundaria utilizan las categorías definidas por la Nacional Association of College and Universities Business Officers (NACUBO), desarrollada en conjunto con el American Institute of Certified Public Accountants (AICPA), el Financial Accounting Standard Board (FASB) y la Governmental Accounting Standards Boards (GASB). Las categorías de gastos, según el National Center for Education Statistics (NCES), se definen como: servicios educativos; gastos de investigación; servicios públicos; apoyo académico; servicios a estudiantes; apoyo institucional; operación y mantenimiento; becas y asistencia económica; requisitos legales; empresas auxiliares y operaciones independientes (IHEP, 2000).


Modelo de criterios de medición de NACUBO

Desde 1991, la National Association of College and University Business Officers (NACUBO) ha colaborado con múltiples agencias o instituciones para desarrollar un programa de medición para las instituciones de educación superior. Este programa denominado en inglés “Benchmarking for Higher Education”, establece unos criterios de referencia mediante los cuales una organización puede medir y comparar su trabajo con el de otras organizaciones de una manera continua y sistemática (Douglas, 1997). El programa de criterios pretende ofrecer a los administradores una herramienta objetiva y basada en evidencia real para ser utilizada en la toma de decisiones y en el establecimiento de prioridades institucionales. El sistema de medidas de referencia permite a las instituciones tener una perspectiva amplia (longitudinal y seccional) de sus ejecutorias fundamentada en sus costos operacionales y en los logros institucionales.

El sistema básico de NACUBO consiste de seis módulos: indicadores globales; cuentas a pagar; facilidades; compras; asistencia económica; recaudaciones de parte de los estudiantes. Cada una de las áreas tiene entre 4 y 14 criterios que miden los aspectos más importantes de cada área. Cada institución puede seleccionar entre más de 600 mediciones divididas en 40 áreas funcionales dependiendo de sus necesidades o los planes estratégicos que estén contemplando. El programa mide criterios cuantitativos y cualitativos incluyendo encuestas de satisfacción entre la facultad, los estudiantes y la comunidad a la que sirve la institución. La profundidad de la evaluación también puede ser ajustada a las necesidades de la institución. Una vez completada la evaluación, existen las opciones de un informe ejecutivo o de un informe comprensivo. El informe ejecutivo es uno diseñado para ofrecer a los administradores una visión amplia de la situación de la institución. El informe comprensivo es uno más abarcador con hasta 40 criterios por área y está dirigido al nivel de la gerencia.

El programa de medidas de referencia de NACUBO puede ser aplicado a instituciones de dos y cuatro años, públicas o privadas; grandes o pequeñas (menos de 3,000 estudiantes o presupuestos de menos de $50 millones). El costo del programa es de entre $1,495 a $3,500 dependiendo del tamaño de la institución. Según las estadísticas presentadas por esta organización y disponibles a través del Internet, este sistema no es utilizado por ninguna de las instituciones de educación superior en Puerto Rico.


Conclusión

En resumen, cuando las instituciones de educación superior realizan un análisis de sus costos operacionales y utilizan estos análisis para comparar su ejecutoria con la de otras instituciones similares pueden llegar a conclusiones objetivas sobre su situación fiscal y operacional. La falta de un análisis objetivo puede significar la toma de decisiones administrativas equivocadas. La falla en el cálculo de los costos y las asignaciones del presupuesto, conllevan problemas económicos en la institución lo que a su vez va a reflejarse en la operación de día a día de la institución, en e1 recorte de servicios, en la eliminación de programas, en el recorte del número de miembros de Facultad a tiempo completo o con permanencia. Por otro lado, el contar con un análisis de costos efectivo permite a las instituciones fortalecer la estructura administrativa interna (contestar preguntas sobre el costo de los programas académicos y sobre el costo de los componentes institucionales) para tomar decisiones informadas sobre la asignación de los fondos para atender los objetivos delineados en la misión institucional.

En Puerto Rico se debe fomentar el que las instituciones de educación superior utilicen las estrategias de análisis de costo con modelos comparativos para su evaluación. En estos momentos en que se plantea una reforma a la ley universitaria, la legislatura debe incluir el acogerse a un programa de evaluación basado en criterios de referencias (benchmarks) para acogerse a los fondos de ayuda económica de origen estatal que se anticipa va a surgir de este proceso. Al así hacerlo, las instituciones de educación superior mejorarán su desempeño institucional y por ende estarán atendiendo las preocupaciones de sus constituyentes, mejorando así el nivel académico de la comunidad.


Referencias

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