Résumé
El conocimiento de sí y el examen de conciencia son prácticas relevantes en la dirección espiritual. El maestro emprende una suerte de diagnóstico de su discípulo en pro de su mejoría moral que consistiría en aliviar o curar sus pasiones. Gracias a una aguda atención psicológica (anclada en una visión del mundo y del hombre) se valora las indisposiciones y las predisposiciones del discípulo en ese recorrido filosófico que es así mismo un arte de vivir bien. Los progresos y las recaídas no atañen exclusivamente a lo anímico, mas remiten a lo somático: la edad, las fuerzas y las debilidades del cuerpo, el momento oportuno, el medio son tantos elementos que son tomados muy en cuenta para asegurar la salud del alma; la valoración de esas consideraciones se da en la ascesis del diálogo desde lo que convendría denominar un devenir maestro y discípulo. En la dirección espiritual, la escritura – y propiamente en la modalidad epistolar – es un soporte para avivar el logos filosófico (o la ratio ) y es, a la vez, una puesta a prueba de unas existencias entre loables transformaciones e impedimentos fisiológicos. Desde Séneca, al estar atento a las crisis y los progresos escriturales se intentará restituir, de algún modo, el vigor, la vigencia y los límites de esa disciplina de vida, ahí donde el cuerpo del texto se ofrece precisamente como una expresividad filosófica.
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